Los 70 años del presidente

14/11/2023


Por Rafael Cano Franco


Luego de la forma como el presidente López Obrador se “agandalló” las candidaturas a las gubernaturas y la forma como hizo a un lado a todos aquellos a quienes él no quería, sin importar despostillar liderazgos, entre ellos el de Claudia Sheinbaum, hay quienes aseguran que un agravio de esta naturaleza será vengado una vez que ella porte la banda presidencial, si es que la porta algún día.

Con esto tratan de mitigar la posibilidad de que estemos frente a la construcción de un “Maximato”. Ese pensamiento se basa en la hipótesis de que una vez ungida con el poder de la Presidencia de la República, la señora Claudia Sheinbaum sacará las uñas y se sacudirá la presencia de López Obrador.

Pero en la historia de México hay más ejemplos de sumisos que de rebeldes. Ahí están las presidencias de Antonio López de Santa Ana, quien siempre buscaba personajes inferiores a él para que, al momento de que fallaran, no hubiera otro remedio que ir por él para ofrecerle la presidencia de la República de nueva cuenta y el gustoso “se sacrificaba”.

Ni que decir de Porfirio Díaz y aquel diálogo con su compadre Manuel González. Dice la historia que el General Díaz estaba a punto de concluir su primer periodo presidencial y llamó a su compadre, Manuel González. Ante él habló de democracia, de trasformación, de evitar que el poder fuera usurpado por interesados en permanecer un tiempo indefinido en la Silla Presidencial.

Mientras Porfirio Díaz hablaba, Manuel González hurgaba en el escritorio, se inclinaba para buscar algo debajo de la mesa o de su propia silla, levantaba los cojines de los sillones en la sala; ante esa actitud fue cuestionado por su compadre: --“¿qué buscas?”, le preguntó.

La respuesta fue corta pero muy precisa: --“al pendejo que te lo crea”.
Plutarco Elías Calles también se aprovechó de personajes inferiores para ser él quien realmente gobernara, justo a su cogobierno es que se le llamó “el Maximato”, porque él representaba ser “El jefe Máximo de la Revolución”.

Bueno, ahora Andrés Manuel López Obrador, justo en su aniversario de nacimiento, se autorregaló varias gubernaturas y está a punto de también obsequiarse un nutrido grupo de fieles seguidores en el senado de la República y en la Cámara de Diputados.

El pretexto para esa extensión de su mandato de manera supra legal es que se debe garantizar siga la trasformación, que no deben darse desviaciones en el proyecto que él construyó y por tanto eso solamente lo pueden garantizar personas afines a él y seleccionadas directamente también por él.

Esto lo hace ante la eventualidad muy factible de suceder de que su protegida, Claudia Sheinbaum, pueda querer rebelarse y con la presidencia de la República en sus manos, ella inicie un nuevo camino para darle su propia moldura a la 4T y con ello desvirtuar, incluso derruir, lo ya construido o en proceso de edificarse.

Por eso el presidente está armando todo un pequeño ejército que le sean fieles, que solamente le deban a él y a nadie más el cargo que tengan, que lo consulten y que ante sus instrucciones actúen sin mayores cuestionamientos.

El presidente está apelando a la lealtad por encima de la capacidad.

Pero en todo esto también subyace la necesidad de protección. López Obrador sabe que sin la presidencia de la República es un político poderoso pero vulnerable, que su familia también estará debilitada y expuesta a jaloneos, negociaciones e incluso pueden ser investigados y hasta pisar la cárcel, por ello requiere los apoyos políticos suficientes para garantizar que tendrán impunidad, que no los van a perseguir y que la fortuna amasada durante el sexenio les será respetada, sin importar el origen.

Entonces no solamente se trata de un “Maximato” político, también es un pacto de impunidad “amarrado” con los suficientes elementos humanos, distribuidos en todo el sistema político, para que lo defiendan y le brinden la protección necesaria en caso de una traición desde lo más alto del poder.

Si Claudia Sheinbaum ya cargaba con los calificativos de gris, limitada políticamente, poco afable a las masas, de poco carisma, una copia mal hecha de López Obrador, ahora también debe llevar en sus espaldas el título de ser una marioneta a la que se manipula, se activa o desactiva, dependiendo de las necesidades del titiritero.

Veremos si ella se comporta como Luis Echeverría o si también se mimetiza con Pascual Ortiz Rubio, “El Nopalitos”. Ella tiene la respuesta.

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