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¿Quién se anima a invertir en México?

24/05/2023

El Juglar de la Red

Por Rafael Cano Franco

Nada hay más subjetivo que la economía, se mueve por suposiciones, confianza, temores y certeza; cuando uno de esos elementos se presenta es seguro que la economía de un país tendrá variaciones y eso impactará en todos los sectores.

Ahora que está tan de moda el Nearshoring es innegable que la inversión extranjera directa (IED) ha crecido en México. El “nearshoring” es una modalidad donde empresas de manufactura o industriales de capital estadounidense que estaban en algún país asiático decidieron emigrar. Esta determinación tiene varias razones: por la lejanía geográfica que encarece el transporte, por las condiciones sanitarias como la pandemia de Covid-19, por coyunturas políticas, sobre todo con China, decidieron buscar horizontes más cercanos y lo más cerca que tienen es México.

Estas inversiones no están en riesgo, en todo caso así como emigraron de Asia para México, si las condiciones se pusieran difíciles en México o encontraran restricciones –como esa de que desde Palacio Nacional se autorizará donde se ubican—entonces van a buscar nuevos horizontes en algunos otros países de Latinoamérica.

Pero lo que está verdaderamente en riesgo son las grandes inversiones en aquellas áreas que el gobierno concesiona: la minería, la industria que requiere agua, la automotriz, la energética y el trasporte.

La nueva ley minera que recién se aprobó y que está en espera de ser analizada en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), representó un duro revés para una industria que venía creciendo de manera exponencial y que ubicaba a México como uno de los principales países de metales y minerales estratégicos para la industria de las tecnologías de la información.

La nueva ley minera volvió poco atractiva la inversión extranjera –particularmente la de Canadá y Estados Unidos—por todas las restricciones que ahora se les impone y por el control que pretende ejercer el gobierno de la exploración de yacimientos y su posterior explotación.

En un avorazamiento gubernamental se “nacionalizó” el litio, pero resulta que para la extracción de este mineral, en las condiciones en las cuales se encuentra en el subsuelo de Sonora, no se tiene aun la tecnología extractiva y entonces tenemos “nacionalizado” un mineral que no podemos explotar.

En materia energética, el gobierno federal se empecinó en una serie de disputas con grupos españoles a los cuales terminó por ahuyentar y con ello clausurar proyectos de generación de energías limpias que abaratarían la electricidad y nos daban autosuficiencia.

Todo esto para proteger a ese monstruo que es Comisión Federal de Electricidad (CFE) que se olvidó de la productividad y regresó a aquellos años donde era una empresa paraestatal que el estado cuidaba como figura estratégica, aunque era y es muy ineficiente y costosa.

En cuestión de trasporte, el Gobierno Federal también decidió entrar al negocio. No solamente se trata de crear una nueva línea aérea operada y administrada por mandos militares, también implica otorgar el control aéreo a los militares, darles la operación y manejo de aeropuertos en distintas regiones de México y ahora también les otorgó, vía decreto de considerarlas de seguridad nacional y de interés público, las instalaciones ferroviarias del Tren Maya y del tren Transístmico; mientras que utilizó la expropiación para adjudicarse los tramos del Ferrosur, que era manejado y operado por la División Trasportes de Grupo México.

Todas estas decisiones, que de alguna manera reflejan un nacionalismo mal entendido, lo que han generado es el pánico en los inversionistas extranjeros. De pronto ya no somos un país atractivo y donde el capital que se invierte tiene certeza jurídica.

Por eso, luego de que a Grupo México le expropiaron Ferrosur, la primera reacción de Germán Larrea, el dueño de ese consorcio empresarial decidió retirar su oferta de 7 mil millones de dólares para comprar Banamex. 

Lo hizo con un argumento inobjetable: “para que invertir dinero en una empresa como ese banco que luego nos los puede quitar el gobierno”.

Y así como él, muchos empresarios la pensarán más de una vez cuando de invertir su dinero en México se trate y es que en esa subjetividad con la cual se mueve la economía, el temor es el más impactante.

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